Tras reunirnos todos los integrantes de la expedición en San Pedro Manrique. iniciamos un recorrido en coche por varios pueblos abandonados de la comarca de Tierras Altas de Soria.
En Taniñe abandonamos la carretera para empezar a transitar por caminos. Este pueblo contaba con 62 hogares y 250 vecinos en 1842. En la década de 1980 quedó deshabitado, y en la actualidad cuenta con varios vecinos.
Tras recorrer unos 10 Km. llegamos a nuestro primer objetivo.
BUIMANCO.
En este pueblo vivían 48 personas en 1854. La ocupación mayoritaria era la ganadería ovina trashumante. Quedó vacío en los años 70.
En la actualidad algunas casas están aprovechadas como majadas para el ganado.
De vuelta a las pistas, y tras 7 km. surge la silueta de un nuevo asentamiento.
VALDEMORO DE SAN PEDRO MANRIQUE.
Los zarzales se han adueñado del pueblo de tal manera que es difícil acceder a sus calles. En sus buenos tiempos, a principios del siglo XX, hubo cerca de 60 casas abiertas.
La luz eléctrica llegó en 1954. Sesenta y seis años después, poco queda de la iglesia.
El pueblo se ubica en una solana con vistas al barranco de la Media Aldea.
Continuamos nuestro recorrido otros 8 Km. hacia un nuevo asentamiento.
ARMEJÚN.
Colgado en una ladera, tenía 137 vecinos censados en 1842. Tras quedar desierto, la asociación de amigos de Armejún ha conseguido restaurar varias casas y en la actualidad viven permanentemente tres parejas, con dos niños cada una de ellas.
Tras dialogar con alguna de estas jóvenes parejas, dimos una vuelta por las calles del lugar.
La iglesia aquí está bien conservada. Nuestro próximo destino se encuentra 5 Km. más adelante.
VILLARIJO.
Después de Cigudosa, Villarijo, con 782 m., es el pueblo más bajo respecto al nivel del mar de Soria. Ésto le permite tener un micro clima donde prosperaron frutales y cientos de olivos. De hecho tuvo el único trujal de la provincia.
Ciento treinta y cuatro personas fueron censadas en 1842. Ciento ochenta a finales del siglo XX. Tras quedar abandonado, la construcción de una pista ha facilitado que algunos vecinos vuelvan a habitarlo.
Otra curiosidad es que cuenta con tres fuentes, una de ellas de aguas sulfurosas.
Dejamos los coches para remontar a pie el barranco del río Linares en busca de más despoblados. El primero no tardó en aparecer ante nuestros ojos, unos 4 Km. después.
PEÑAZCURRA.
En el censo de 1842 se contabilizan 7 hogares y 24 habitantes en este recóndito núcleo urbano.
La iglesia, dedicada al Apóstol Santiago, se levantó en 1573. Hoy es una ruina.
De nuevo remontando el curso del río Linares llegamos al final de nuestro recorrido.
VEA.
Desde San Pedro Manrique se accedía al pueblo por un puente del que hoy solo quedan los pilares.
Treinta y nueve hogares y ciento cincuenta y dos vecinos vivían en Vea en 1842. A finales de siglo XX lo absorbe San Pedro Manrique y queda abandonado. Actualmente viven en él un puñado de jóvenes.
Después de reponer fuerzas iniciamos el regreso a Villarijo, siguiendo el PR SO-107. En total unos 14 Km. de precioso paseo.
Los paisajes que vimos, en un incipiente otoño, son agrestes y majestuosos. Los recorridos por los despoblados sobrecogen y emocionan. Pero lo que hizo mágico este día fue poder charlar con los pocos vecinos con que nos encontramos. En especial con aquellos que pasaron su niñez en estos pueblos, cuando la vida fluía por sus calles.
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