(22-24 de septiembre de 2017)
Nos despedimos de nuestros nuevos amigos no sin que antes nos indicasen como acometer dos nuevas vías ferratas en tiempo récord. Resulta que de vuelta a Ronda pasamos por dos pueblos limítrofes, Benadalid y Benaluría, separados por siete kilómetros. En la sierra que comparten, cada población tiene una ferrata, y éstas se encuentran a escasos cincuenta metros una de otra. Decidimos subir por la de Benadalid (k3), crestear hasta encontrar la salida de la de Benaluría (k2), y descender por ella.
La primera ferrata, llamada del Techo, es básicamente una
prolongada subida.
Nos tomamos la subida con calma y dándonos bastante
distancia.
A mitad de subida nos reagrupamos para comentar la jugada.
Una nueva tirada y ya estaremos en la cumbre.
Una vez en la cima buscamos la salida de la ferrata de
Benaluría llamada de la Canal y empezamos a descenderla.
Como veis empezamos recorriendo un pequeño puente nepalí
para ir descendiendo por este bonito cortado.
Un corto descenso para afrontar otro puente hasta la pared
de enfrente.
Un pequeño descanso para fumarse un purito…
Y colgarse para disfrutar de las vistas.
Tras descender otro tramo, ya por fuera del desfiladero,
llegamos al final de la ferrata.
Con las últimas luces
del día retornamos a Ronda. Tras hacer un poco de turismo y tomar algo en las
terrazas de este bonito pueblo, nos dirigimos a buscar la vía del Tajo de
Ronda. Al parecer se trata de un antiguo
atajo vertical usado antiguamente por los campesinos del pueblo, que se ha
reequipado con cable de vida. Está
calificada como K1.
La vista del Puente Nuevo iluminado desde el interior del
desfiladero es realmente hermosa.
(La noche hace que
sea difícil encontrar el lugar adecuado para hacer una buena foto… ji, ji, ji)
El domingo por la mañana
nos desplazamos al cercano pueblo de Benaoján para realizar la vía ferrata que lleva su
nombre. Es un recorrido corto y vertical calificado como K3.
La ferrata está a la entrada del pueblo.
La vía cuenta con un par de desplomes juguetones.
Y un corto puente tibetano.
Una vez finalizada la ferrata regresamos al pueblo por una
senda que nos deja en el pueblo , no sin antes tener que atravesar una finca
particular que estaban vallando (y charlar un rato con el paisano… jo, jo, jo).
Decidimos dar por finalizadas las actividades e iniciar el
viaje de regreso, pero a los pocos
kilómetros un cartel en la carretera nos hizo parar para visitar la Cueva del
Gato.
De la cueva, que se adentra cuatro kilómetros no visitables,
brota un río de cristalinas aguas, conformando un bucólico paraje.
Tras la visita emprendemos definitivamente el camino de
vuelta. Hemos recorrido muchos
kilómetros, sí, pero nosotros nos quedamos
con las carcajadas y los buenos ratos, “que también hubo un montón”.
(Como iba cantando Ana mientras atravesábamos la piel de toro: “me parece
sórdido y aún diría tétrico, someterlo todo al sistema métrico”… jua, jua, jua)
Hasta la próxima.
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