En memoria de Luís Arribas.
Conocimos a nuestra amiga Ana en la Primera Concentración de
Vías Ferratas de Ramales de la Victoria. Forma parte de un club de montañismo de
Madrid y quedamos en realizar alguna actividad conjunta. Ésta se concretó en la
excursión del fin de semana del 22 de
septiembre a Ronda, que se realizó con escaso éxito de público. Ana vino por
los madrileños y Alfonso por los sorianos. Seguramente influyó la lejanía del
destino.
Salimos el viernes 22 por la tarde con destino a
Ronda, donde despedimos un intenso verano y recibimos al prometedor recién
llegado otoño. El sábado por la mañana nos desplazamos a Gaudín donde hay dos
bonitas ferratas, calificadas como muy difíciles.
Por parecernos más compleja en cuanto a acceso y dificultad técnica, decidimos afrontar primero la V. F. Sierra del Hacho.
Dejamos el coche lo más cerca posible del inicio de la vía,
junto a un gran alcornoque rodeado por una piara de cerdos ibéricos que
dormitaba a su sombra.
(Os podemos asegurar que hicieron honor a su nombre, los
marranos… ja,ja,ja.)
La ferrata empieza subiendo un primer macizo bastante
accesible, pese a lo que pueda parecer por la expresión de Ana.
En éste primer tramo destaca un pequeño desplome.
Las vistas desde aquí de la serranía de Ronda son espectaculares.
Una vez subido el primer macizo hay que atacar la segunda
pared que se ve al fondo.
Tras un descenso, un pasamanos y una trepada llegaremos a la
mayor dificultad de esta vía.
Para subir esta pared se ha instalado una escala cuya
dificultad está calificada como k4.
La primera parte de la subida por la escala se realiza en
volado
El tránsito a las grapas presenta un ligero desplome.
Una vez finalizada la vía ferrata, tras este viejo alcornoque
y señalizado con azulejos e hitos se encuentra el sendero de vuelta.
De regreso al pueblo de Gaudín paramos a comer y
seguidamente nos dirigimos a su castillo desde donde empieza la ferrata del
Castillo del Águila, calificada como K3 aunque la gente la vota
mayoritariamente como K4 en la página “de andar”. Allí nos encontramos con una
simpática pareja de la comarca con la que rápidamente hicimos grupo. El
recorrido es corto pero no tiene desperdicio. Se empieza descendiendo, lo que
le da más sensación de altura.
Luego hay una travesía muy aérea que aprovecha muy bien el relieve de
la pared de forma que en muchos puntos se avanza sin grapas para los pies.
Hay que atravesar un pequeño puente nepalí para seguir bajando.
Un nuevo puente nepalí con un gran volado nos separa de la
pared principal y nos deja en el bloque del fondo. Con viento se pone
divertido.
De esta aguja saltamos a la siguiente mediante una tirolina.
Antonio, el más intrépido, fue el primero en saltar y no
tardó en ponerse cómodo para disfrutar de las vistas y del espectáculo.
Ana en pleno descenso. Tanto le gustó la experiencia que una vez abajo remontó a pulso para repetirla. (Bueno, igual influyó algún otro detallito
sin importancia…je, je, je.)
Eloísa, expresando a los cuatro vientos su emoción.
La cara de Ana lo dice todo tras la divertida bajada de Eloísa.
Eloísa,
Ana y Antonio en la cumbre jaleando a Alfonso .
Gracias,
Pedro, por dejarnos la polea que tan intensos momentos nos deparó.
Un largo puente tibetano nos devuelve a la pared principal.
Tras una pequeña subida llegamos al final de la ferrata.
Nos despedimos de nuestros nuevos amigos no sin que antes
nos indicasen como acometer dos nuevas
vías ferratas en tiempo récord. Resulta que de vuelta a Ronda pasamos por dos
pueblos limítrofes, Benadalid y Benaluría, separados por siete kilómetros. En la sierra que comparten,
cada población tiene una ferrata, y éstas
se encuentran a escasos cincuenta metros una de otra. Decidimos subir por la de
Benadalid (k3), crestear hasta encontrar
la salida de la de Benaluría (k2), y descender por ella.
Continua......
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